Muchos papis están preocupados porque no saben qué hacer para reñir o castigar a un hijo. Piensan que sus castigos no son efectivos o no los hacen bien. Estamos en unos tiempos en los que la palabra castigo suena realmente mal. Inconscientemente pensamos en un castigo físico o en dolor. Nada más lejos de la realidad. Un castigo es una represión, una enmienda que se pone con el fin de corregir una acción o una actitud. Ahora vamos a ponernos en nuestro papel de padres y vamos a pensar en nuestros pequeños.
¿Cómo puedo castigar a un hijo? ¿En qué ocasiones debo hacerlo?
Lo primero que tenemos que pensar es que no debemos castigar a nuestro hijo por norma: no cenas, te castigo; no obedeces, te castigo; no haces deberes, te castigo…. Lo único que vamos a conseguir con esto es que el castigo pierda efectividad. Llega un punto que se les castiga tanto que ya forma parte de su “rutina” y no les importa en absoluto.
En ocasiones tenemos que retirarles nuestra atención, hacerles ver que estamos tristes o enfadados, reñirles… Hay que tener en cuenta que el refuerzo positivo es, en ocasiones, mucho más efectivo.
Cumplir el castigo: básico
Hay algo muy importante en el tema castigos: si te lo pongo hay que cumplirlo. No me refiero sólo al niño sino también a sus padres. No vale decir: “hoy no ves la tele” y que se nos ablande el corazón y le perdonemos. Esto se puede volver contra nosotros. En el momento en el que flaqueemos ellos verán un hueco para ganar la batalla. Si además esta situación se repite más de una vez, él/ella pensará: “me da igual que me castigues porque seguro que me perdonas…”
¿Cuándo y por qué castigar a un hijo?
Es muy importante que analicemos cuando les vamos a castigar y el por qué. No siempre que hacen la misma travesura tenemos que castigar o actuar de la misma manera. Por ejemplo, saco el agua de la bañera aunque mamá me dice que no salpique. El primer día le saco del baño y se acabó el juego. A continuación le pido que me ayude a recoger. La segunda vez, hago lo mismo y se queda sin dibujos. A la tercera cambio el baño por la ducha y se terminó. ¿Por qué actuamos así? A la primera les mostramos que no nos gusta un pelo lo que hace y que tiene como consecuencia que hay que recoger todo el agua. A la segunda le hacemos ver que nos enfadamos y que tiene una consecuencia más directa para él. Y con la tercera opción demostramos que aquí se hace lo que mami dice.
En definitiva, si vemos que nuestros castigos no surten ningún, efecto debemos mirar qué estamos haciendo mal. Hay veces que es mejor un refuerzo positivo cuando lo hace bien, que miles de castigos cuando lo hace mal.
Muy importante papis, nuestros hijos no siempre lloran porque algo les duela o les afecte. No pensemos que si les castigamos y lloran es porque son conscientes de que lo han hecho mal. No olvidéis que, casi siempre, nos tienen ganada la mano;)
Esperamos que te hayan servido estos consejos y, si ha sido así, te dejamos este otro post sobre las rabietas.